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Despierto lentamente, sintiendo cómo el sabor amargo de la noche anterior se enreda persistentemente en mi garganta. El sorbo de caldo, que ahora se desvanece en la memoria, llevaba consigo un trasfondo inesperado de éxtasis, un destello de placer efímero que se desvanece en la penumbra de la mañana. Admiro una vez más cuánto me conoces, cómo has aprendido a cubrir mis gustos y necesidades sin apenas necesidad de palabras, como si pudieras leer mis pensamientos antes incluso de que los formule.
Con un suspiro, me deslizo fuera de la cama, dejando atrás el abrazo cálido de las sábanas y enfrentándome al nuevo día con renovada determinación. Me enfundo en mis tejanos con la misma suavidad con la que el viento acaricia las hojas de los árboles, sintiendo el roce familiar de la tela contra mi piel, un recordatorio tangible de la rutina reconfortante que compartimos.
Me dirijo hacia la cocina, donde el olor a café y el tintineo suave de las tazas sobre el mostrador me dan la bienvenida. Enciendo un cigarro, observando cómo el humo se retuerce en el aire, una danza etérea que parece reflejar los remolinos de mis propios pensamientos. Me sirvo un trago de whisky de la botella de siempre, dejando que el líquido ámbar descienda por mi garganta con un calor reconfortante, mezclándose con el aroma familiar que impregna la habitación.
Mis ojos recorren los rincones de nuestro hogar, un refugio a lo largo del tiempo, con amor y dedicación, hemos convertido en un santuario a nuestros gustos y pequeñas manías. No es un palacio de lujo, pero tiene lo esencial: agua corriente que murmura suavemente en la cocina, una cocina de gas donde preparamos nuestras comidas con cariño, y rincones acogedores que invitan al descanso y la reflexión. Incluso la falta de electricidad, que podría haber sido un contratiempo, se disuelve en la cotidianidad de nuestras vidas, una pequeña molestia en comparación con la paz y la serenidad que encontramos aquí juntos.
La casa, que una vez estuvo al borde del colapso, ahora respira con la misma calma que nosotros, una testigo silenciosa de nuestras vidas entrelazadas. Los esfuerzos compartidos para transformarla en un espacio funcional y acogedor me llenan de orgullo cada vez que la contemplo, desde el dormitorio-salón donde nos refugiamos en las noches frías hasta la cocina donde compartimos risas y confidencias al calor de la estufa. Cada rincón refleja nuestra esencia, nuestra desconexión del mundo exterior y nuestra íntima conexión con nosotros mismos y el amor que nos sostiene.
Mis pasos me llevan hacia la cama. Te veo dormida con el rostro sereno y la respiración tranquila. Contemplo tus facciones con ternura, maravillado una vez más por tu belleza natural, por la luz que emanas incluso en los momentos de descanso. Tan hermosa, tan radiante tan tuya... De fondo, la música suave de Depeche Mode llena el aire con su melodía envolvente "enjoy the silence", invitándome a sumergirme en un estado de reflexión y gratitud por tenerte a mi lado. Sonrío, incapaz de contener la emoción de sentirme a tu lado, agradeciendo este momento de tranquilidad y conexión que compartimos, un vergel de paz en medio del caos del mundo exterior.